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Echar la mente a volar

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por — 23/04/2020 — letras

Estados Unidos, 1962. El país se prepara para entrar, definitivamente, en la modernidad desde el puesto más privilegiado. Tras ocho años bajo el republicanismo reaccionario del presidente Eisenhower, llegan los aires de la “Nueva Frontera” de John Fitzgerald Kennedy: una ilusionante época de cambios profundos en la sociedad, la economía, la educación, los derechos civiles… Y las artes: la irrupción de esos “tiempos que están cambiando”, cantados por Bob Dylan en 1964, dieron como resultado el nacimiento de la contracultura, que ya había tenido un prólogo en la generación beat de los años 50, y que tan importante sería para el desarrollo de movimientos como el feminismo, el ambientalismo, la liberación gay, etc.

Es en este contexto donde hay que situar “Alguien voló sobre el nido del cuco”1 (1962), una novela escrita por un joven desconocido, Ken Kesey, en la que vertía el resultado de sus experiencias con drogas psicotrópicas ocurridas a finales de los años 50. La obra alcanzó una rápida difusión popular y convirtió a Kesey en una celebridad literaria, status que mantuvo durante toda la década de los 60 y que le llevó a ser una de los intelectuales que abrazaron el consumo del emergente LSD (el otro fue Timothy Leary) entre la juventud estadounidense. Sus alocadas vivencias en ese delirante viaje que realizó en autobús a lo largo y ancho de los Estados Unidos, junto con un grupo de amigos (The Merry Pranksters, algo así como Los Alegres Bromistas), fueron el material narrativo que sirvió para que otro narrador, Tom Wolfe (el autor de “La hoguera de las vanidades”), escribiese una irreverente crónica sobre esos días psicodélicos, “Ponche de ácido lisérgico” (1968), que no gustó nada a Kesey. Trece años más tarde de su publicación, (1975) el realizador checo Milos Forman llevó la novela al cine, consiguiendo un gran éxito de crítica y público.

A la vez que relato sobre las experiencias psicotrópicas antes mencionadas, “Alguien voló sobre el nido del cuco” es una acerada denuncia de las lamentables condiciones humanas que existían en los manicomios estadounidenses a finales de la década de los 50, y un doloroso y necesario canto a la libertad individual, personificado en las actitudes rebeldes y amorales que lleva el protagonista del libro, Randall P. McMurphy, contra la representante del represivo establishment del centro psiquiátrico donde se encuentra confinado, la déspota enfermera Ratched. La constante lucha “de poder” entre ambos personajes es uno de los grandes atractivos temáticos de esta estupenda novela, además de encontrarnos con una inolvidable galería de secundarios, encabezados por un amerindio llamado Bromdem, el narrador de la historia.

En estos oscuros tiempos donde las sociedades tienden a polarizarse políticamente, con tan graves perjuicios para las libertades de todo tipo, la lectura de “Alguien voló sobre el nido del cuco” constituye, en sí misma, una pequeña revolución personal: un acto de rebeldía tan maravilloso como ver un imaginario partido de béisbol en una pantalla de televisión que alguien nos ha ordenado apagar contra nuestro parecer.


1 El título de su esta novela tiene, como sucede con “La naranja mecánica”, una curiosa intrahistoria. Kesey lo sacó de una canción infantil (“Había tres gansos (u ocas) en la bandada. Uno voló hacia el este, uno voló hacia el oeste y uno voló sobre el nido del cuco”) y, si bien la traducción española es correcta literalmente, al verterla a nuestro idioma se pierde una interpretación que sí tiene el original inglés. En efecto, en el slang o jerga coloquial, las palabras “cuckoo’s nest” (nido del cuco) son usadas, peyorativamente, para designar un manicomio. Así que, aventurándonos a hacer una traducción propia que siga esta premisa, podríamos traducir el original “One flew over the cuckoo’s nest” como “Un vistazo/mirada/ojeada sobre los manicomios”.